miércoles, 17 de febrero de 2010

MELODÍA NÚM. 61

Uf, qué abandono!! Imperdonable haber dejado mi blog tan solito durante tanto tiempo... Pobret...


Es que esto de Internet es puro canibalismo. Como si fuera una cadena alimenticia: primero el Fotolog devoró los blogs y ahora Facebook mató al Fotolog. Chica, qué dramas...


Pero no!! Hay que aguantar!! El blog sigue teniendo algo de artesanal, y algo de tranquilo. El Facebook, con tanta alerta, tanta notificación... sería como la comida rápida, que también está bien, oiga. Pero los blogs siguen siendo ese plato de cuchara que tanto apetece de vez en cuando. Y más estos días de frío.


Eso sí, voy a tener que hacer un esfuerzo inmenso para no decir “Señoras que...”.



Tema: You’ve got the Love.

Intérprete: Florence and the Machine.

Comentario: me ha costado cogerle el punto a este grupo (bueno, aunque el grupo es básicamente ella), que anoche mismo se hacían con el Brit al mejor grupo inglés de 2009. Han sido la revelación del año pasado, con ventas millonarias de su segundo album Lungs.


Hacen un rock indie con toques soul y new age que tiende a cansarme. Me suenan a veces como Enya cantando el Singstar de ABBA. Pero esta canción que os pongo llevo sin parar de escucharla toda la semana. Si te la pones en el Ipod mientras caminas por la calle, es imposible no sentirte en un anuncio de colonia. Mola.



Por lo demás, todo más o menos igual. Y a la vez, todo tan distinto que no hay quien se reconozca. Pero así es como funciona todo, ¿no? Se trata de no volverse loco. Solo de ver lo bueno de las cosas y seguir paseando o corriendo, lo que te pida el cuerpo. Se trata de, si te apetece, pararte a mirar un cartel de obra y los restos que se arremolinan entorno. Los envoltorios y los trozos de plástico y metal. O se trata de largarte un fin de semana a una casa perdida en medio de la Sierra de Cazorla y hablar de astronomía con cinco rones en el cuerpo.


Quién pudiera mirarse las palmas de las manos y reconocer esas líneas que, de chico en el colegio, uno se marcaba con el boli y susurraba al de al lado algo ingenioso para después recibir con estoicismo la reprimenda del profesor de turno. Quién no se sentiría afortunado al darse cuenta de que es mucho lo que esperamos de la vida, pero también es mucho lo que ésta nos ofrece, y que no podemos atrincherarnos detrás de miedos y dudas, sino que debemos ser valientes y plantarle cara al viento con los ojos entornados pero la sonrisa firme y clara.