viernes, 15 de febrero de 2008

EMILIA

De pequeño mi abuela me apretaba muy fuerte la mano cuando cruzábamos la calle. Me apretaba tanto que a veces casi me dolía. Mi abuela era una abuela de posguerra. Una abuela de máquina de coser y cartilla de racionamiento. Me apretaba muy fuerte la mano. Era muy seria y muy estricta. Alguna vez incluso me daba un cachete si me portaba mal. Mi abuelo decía que el hambre la había vuelto así.

Sí, era severa y atrincherada. Pero también había aprendido a disfrutar de los colores de la vida entre los reflejos grises de esa España vengativa que le había tocado soportar.

Recuerdo perfectamente la sonrisa de mi abuela, y sobre todo su inacabable bondad. Su hermana siempre cuenta cómo, aún pasando mi abuela tremendos apuros para dar de comer todos los días a su familia, no era capaz de soportar que alguna vecina o conocida estuviera peor que ella, y no dudaba en darle unos huesos para hacer un caldo aunque esa noche sus hijos tuvieran que cenar pan duro.

Hace más o menos diez años que enfermó. Cómo pasa el tiempo. Su sangre se volvió líquida como el agua. Los médicos no sabían porqué pero no coagulaba bien. Hoy los linfomas se tratan con mucha mayor eficacia. Sufrió unas hemorragias terribles y murió en cuestión de semanas. No me despedí de ella. Era pequeño y mi madre no quiso que fuera al hospital, pero me habría gustado decirle adiós.

Aunque quise mucho a mi abuela, también sentí que a veces era muy dura conmigo. No sé. Pero el otro día mi madre me contó algo que me emocionó. Resulta que uno de las primeras noches que pasó con mi abuela en el hospital, antes de que nadie supiera lo grave de su situación, mi abuela le dijo:

- Hija, busca a los médicos que haga falta, pregunta a todos los conocidos que tengas aquí, haz lo que sea pero no permitas que me muera tan pronto. Necesito ver crecer a mi nieto, esa es toda mi ilusión.


Yaya, te echamos de menos. Esperamos que estés orgullosa de nosotros, y ten por seguro que siempre estarás en nuestro corazón, cuidándonos y dándonos fuerza.
Un beso muy fuerte.

1 comentario:

Pau dijo...

Lo que voy a decir es muy tópico y en cierta medida atrevido, pero de verdad pienso que tu abuela tiene muchos motivos para estar orgullosa de su nieto, y mucho.