miércoles, 5 de mayo de 2010

FRANZ

Se escabullía, como para evitar ser juzgado.



Sacaba las piernas de la cama y se ponía los vaqueros, deslizándose en la penumbra blanquecina del amanecer. Otro amanecer más saliendo de aquel piso viejo y céntrico que tanto le encantaba. Observaba distraídamente el cuerpo desnudo que dejaba en la cama, y se decía una vez más a sí mismo que sería la última vez. No le iba a seguir compartiendo. Le quería solo para él.


Cogía las zapatillas y la camiseta y salía descalzo al pasillo, solo con los vaqueros puestos (siempre atractivo, sobre todo cuando nadie le miraba). Rozaba con el dedo índice el papel que vestía las paredes de estampados setenteros, para guiarse hasta la salida de ese entorno hostil y a la vez acogedor que le había terminado por parecer un decorado.


Y ahora se escabullía al amanecer. Porque si se quedaba en la cama, pensando, se odiaría a si mismo, y no se sentía capaz de aguantar un veredicto más. Ya está bien de tanta mierda.


Sabía todo lo mejorable que era su forma de ser, sabía que debía dejar de comportarse así. Sabía que unos minutos de satisfacción no compensaban las horas posteriores de remordimientos. Pero era incapaz de resistirse a su mirada, a su piel. En cuanto escuchaba su voz, sabía que volvería a caer.


Así que huiría. Esta sería la última vez. Cogería el coche y tomaría la primera carretera que le alejara de aquella ciudad contaminada y fría. Dejaría atrás el manto de luces y chimeneas y podría cantar a pleno pulmón la primera canción que sonara en la radio. Ya no habría nadie alrededor que le mandara callar.

1 comentario:

Pablo dijo...

I've missed that

:)